jueves, 17 de septiembre de 2009

Mis lecturas sobre Carlos Marx

Autor: Rodney Araujo (alumno)
Ref. Institucional: EEM N° 8 Padre Carlos Mugica
Fecha: 12 de junio de 2009


Antes de iniciar este trabajo con relación a Marx mi concepción del marxismo se hallaba formada (o más bien deformada) por los decires de la gente en conversaciones informales, cotidianas, y si bien coincidían en algunos aspectos en otros estaban por demás alejados de tal ideología. Para ejemplificar a que me refiero expondré un caso particular que ocurrió días atrás. Mientras leía en el patio del colegio se acercó un par y me preguntó que estudiaba. A Marx contesté. De inmediato, dijo: - Ese era un racista. Después comenzó a hablar de Adolf Hitler y de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial como si la idea de Marx hubiera sido llevada a cabo por este siniestro personaje. Entonces me pregunté, cuántas cosas descabelladas habré dicho yo desde mi ignorancia, y me contenté por serlo hoy en un grado menor.
Este conocimiento sobre Marx que hoy he tomado de un libro y de los diálogos compartidos en clase me permiten tener una visión más acertada del marxismo. Y este hecho me abre la posibilidad de formularme ciertas preguntas.

1. ¿Cómo seria el hombre en esa igualdad social que plantea Marx?
En principio, no sé bien por qué razón, tuve la sensación de que seria un hombre pasivo que haría del mundo algo monótono. O sea, me fue difícil imaginar al hombre sin ese deseo material y devorador con el que hoy vive y por el cual respira y anda a pasos vertiginosos, al hombre sin problemas económicos, al hombre sin pan, al hombre sin ambición desmedida. Sin embargo, cuando Marx habla de enajenación encuentro las respuestas. El hombre al hallarse fuera de sí vive en lo exterior, en el deseo impuesto masivamente, no en el deseo nacido del propio ser. Pienso en el carpintero por elección y lo imagino frente a la madera aún verde con aroma a savia, luego lo vero en el proceso de creación y lo observo hasta que culmina su obra, en él encuentro un hombre satisfecho que disfruta de lo que hace. Esta visión me posibilita pensar entonces, que este hombre enfoca sus deseos en lo que produce para sí y para los demás y en esa construcción encuentra la felicidad de entregarse y entregar: un acto creativo de amor que lo conduce hacia la superación. En cambio, veo al hombre parado frente a la cadena de montaje y no encuentro al hombre.

2. ¿Los organizadores de esa sociedad marxista soportarán las tentaciones que ofrece el poder o sucederá lo que ocurrió en la URSS con Stalin?
Esta pregunta me la formuló un compañero mientras conversamos sobre el tema. No supe qué contestarle. Entonces dije, la idea es buena. Y para nuestra clase social: una esperanza.

3. ¿Hoy en día, el proletariado está en condiciones de iniciar una acción revolucionaria, que aproveche estos debilitamientos del capitalismo a los que se refiere Marx para acelerar esa destrucción?
Mi respuesta anterior nos llevó a formularnos esta pregunta, y ésta, abrió un nuevo interrogante: ¿El oprimido es conciente de serlo: los niños que cosechan algodón en las grandes plantaciones de grandes terratenientes, los “obrero” bolivianos de la industria clandestina de prendas de vestir, las niñas que alimentan el mercado de la prostitución, se saben esclavos del siglo XXI?
En una de las charlas labradas en clase hablamos sobre la dependencia que se suscita en forma natural entre el amo y el esclavo. De modo que llegamos a la conclusión de que la única forma de darle inicio a una revolución con estas características es la militancia concientizadora que haga al oprimido conciente de su estado, lo cual generaría la rotura de dicha relación de dependencia, y así, ese hombre que antes se sometía pasivamente desease ahora la igualdad.
¿Pero qué pasaría con los jóvenes de hoy, hijos de la carencia, que han sido concientizados a fuerza de hambre que pertenecen a una clase social relegada, desocupada, que se alimenta de la caridad del Estado o del delito y que en su gran mayoría son adictos a las drogas y poseen conductas destructivas para con ellos y para con el prójimo: sus conductas destructivas se erradicarían por sí solas en esa búsqueda de igualdad social o sus sentimientos negativos reclamarían venganza?
¿Y los jóvenes, hijos del poder, que hoy golpean vagabundos para divertirse, aceptarían compartir sus riquezas?
¿Cómo se daría esta lucha de clases: pacíficamente o en forma violenta?
¿En caso de ser pacífica y lograda en las urnas por la elección del pueblo, se podrá sostener ante el poder del dinero o se reiterará lo acaecido en Chile cuando Allende puso en marcha la reforma agraria y estatizó la industria?
¿Y en el caso de gestarse de forma violenta –la lucha armada- no lo entenderá la clase opresora como una oportunidad de acabar con el excedente social que hoy tan sólo le es útil al mercado de las drogas baratas y de la seguridad privada?
Quizás en el futuro de países como Venezuela y Bolivia, donde el pueblo que ha sido concientizado de su condición de oprimido y lucha desde el poder del Estado contra el poder económico para salir de dicha condición, encontremos las respuesta. Por ahora, todo es conjetura y posibilidad en mi cabeza.

viernes, 11 de septiembre de 2009

A propósito de "Ser y tener" de Erich Fromm

Título: A propósito de “Ser y tener” de Erich Fromm
Autor: Rodney Araujo (alumno)
Ref. Institucional: E.E.M. N° 8 Padre Carlos Mugica

Siempre me pregunté porqué el Gobierno de la Nación permite que en plena ciudad capital se desarrolle a la vista de todos un mercado negro de prendas de vestir de marca mundial, sobre todo de indumentaria deportiva. Pensé más de una vez en el negocio que significa para algunos fabricantes, en la salida laboral que genera y en el engullimiento de ciertos políticos, jueces y policías. Pero hasta ahora (idea que me nació por estar leyendo “Ser y tener” de Erich Fromm) no había pensado que dicho fenómeno funciona también como el sostén de la autoestima ficticia de una clase social cadenciada y educada por el bombardeo televisivo para consumir: necesitada de tener para ser.
Para ejemplificar esta idea tomaré el caso de un adolescente común clase obrera, quien al hallarse en esta sociedad de hoy, “loguista”, necesita contar con estos logos en sus prendas para así ser, pertenecer y no sentirse del todo excluido. ¿Pero como tener un calzado de marca mundial cuando su valor equivale a la mitad del sueldo de su padre? Imposible: más aún si tiene hermanos o su padre momentáneamente padece el desempleo que a muchos aqueja. Pero imposible sin este mercado negro, el cual hace que estos logos mundiales estén al alcance de todos y todos seamos aceptados.
Pensaba entonces, que estos jóvenes de clase obrera (tanto empleada como desocupada o asistida por la caridad del gobierno con los planes asistenciales) gracias al eficaz desempeño de este mercado negro, se iguala o no se siente tan menos frente a sus pares de otras clases sociales de mayor poder adquisitivo. O sea, a “ser apariencia”, en las calles somos todos iguales, cumplimos con la demanda “loguística”. Por lo tanto, esta imagen urbana hace también que veamos una sociedad menos desigual, y ello es más que conveniente si el gobierno de turno no tiene el interés o las herramientas imprescindibles para producir cambios radicales.
Mi pregunta es: ¿Qué vicisitudes se suscitarían en la sociedad de Buenos Aires si este mercado en cuestión fuese erradicado; aumentaría el vacío existencial y por lo tanto de la inaccesibilidad se originarían corrientes que rechacen el consumo de estas marcas?
Quisiera formularme otra pregunta: ¿Si hay prendas truchas y prendas originales y somos lo que tenemos; entonces, hay personas truchas y personas originales?